Aunque pueda tentarnos parecernos al personaje de Marvel y nos guste el término porque suena “cool”, ojo con aspirar a ser Superwoman, el precio a pagar puede no gustarnos tanto.En el ámbito científico de la Sociología, el SÍNDROME DE SUPERWOMAN se ha utilizado para describir a la mujer occidental que se esfuerza por asumir múltiples roles: profesional, estudiante, madre, esposa, ama de casa, mujer atractiva… y alcanzar en todos ellos un alto estándar de perfección.Es importante aclarar que estamos por tanto, no ante un trastorno clínico, sino ante un fenómeno social.

Aún siendo un fenómeno social, a Superwoman “le salen” muchos novios entre los trastornos mentales.

En la adolescencia, se ha relacionado el Síndrome de Superwoman con estudiantes de altísimo rendimiento académico que en su esfuerzo por aproximarse también a un canon de belleza a sus ojos “perfecto” desarrollan trastornos de conducta alimentaria. En otro rango de edad, aparecen mujeres que además de aspirar a dirigir su empresa (o haberlo conseguido), quieren acompañar a sus hijas a todos los partidos de balón mano, recibir halagos por el risotto y no dejar de ponerse una mascarilla semanal para mantener el brillo de sus reflejos.

Los problemas suelen estar relacionados con el estrés: insomnio o pérdida de la calidad del sueño, cefaleas, tensión muscular, agotamiento, pérdida de apetito sexual, distraibilidad… y un alarmante aumento del consumo de ansiolíticos e hipnóticos, para poder “seguir el ritmo”.

Y es que nuestra sociedad nos envía un mensaje muy claro, nos lo grita desde cada esquina, cada revista, cada magazine de TV, cada serie…: No es suficiente con lo que haces, puedes hacerlo mejor, tienes que brillar en todos los campos, no te conformes con la mediocridad.

Mira a tu alrededor y verás que los iconos femeninos de nuestro siglo son mujeres profesionales que además lucen un cuerpo perfecto, tienen una pareja a su altura para la que son amantes perfectas, unos hijos preciosos que hablan varios idiomas, hacen voluntariado y nunca-nunca se despeinan.
Nadie nos cuenta que la perfección es un “vicio” que se paga caro. Exige una demostración continua, en una lucha que nunca se acaba porque siempre se puede mejorar. Raramente vemos la otra cara de la moneda, no siempre la Adriana Lima de turno se quiebra en público.

 

PISTAS PARA IDENTIFICAR EL RIESGO DE ESTAR PONIÉNDONOS LA CAPA

Necesidad de tenerlo todo bajo control, nuestras tareas y las de las personas que nos rodean. Nos cuesta delegar.

Perfeccionismo, meticulosidad. Sufrimos y nos disgusta que las cosas no salgan como habíamos planeado, o están perfectas, o, simplemente están mal (nos cuesta ver los grises)

Sentimos que el conjunto de obligaciones crece alarmantemente, nunca se mantiene. Tenemos la sensación desde hace tiempo de ir siempre al máximo.

Siempre estamos aspirando a poder vivir mejor en el futuro, no querríamos seguir así. Sin embargo y a pesar de haber invertido mucho esfuerzo en objetivos que parecían llevar a esa meta, no la vemos más cerca.

Nos cuesta decir que no, a una nueva oportunidad profesional, a un amigo que pide ayuda, a una reunión con gente del instituto… pero una vez que aceptamos, sentimos que la vida se nos acaba de “complicar” aún más.

¿CÓMO EMPEZAR A QUITÁRNOSLA?

         Paso 1: Aclara tus prioridades

Para eso, no pienses en cómo querrías que fuesen las cosas (¡ahí te espera la trampa!), piensa en qué cosas NO quieres que sigan siendo así y también en qué cosas están bien así y quieres que sigan como están. El problema es que NO SE PUEDE TENER TODO y a veces intentarlo nos lleva a perder aquello que realmente necesitamos preservar.

        Paso 2: El tiempo es limitado, prescinde de lo que no es importante

A veces tenemos un montón de pequeñas tareas que son verdaderos “agujeros negros de tiempo” y que podemos eliminar o DELEGAR (divina palabra) sin que ello afecte a nuestras prioridades. Por supuesto, nadie cocina como nosotras, nadie hace esas pequeñas y tediosas tareas del trabajo como nosotras, pero ¿son cosas que me necesiten A MI?, ¿no soy yo insustituible para muchas otras?

       Paso 3: Aprende a decir NO sin culpabilidad

Si tu tendencia natural es apuntarte a un bombardeo y te cuesta renunciar, aprende al menos, a no decir sí inmediatamente, tómate un tiempo. “Me apetecería un montón, pero déjame que vea si puedo encajarlo, no estoy segura, te digo algo mañana”.

     Paso 4: Cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa

El descanso y la soledad también necesitan su tiempo. A veces revisamos el mail mientras comemos o llegamos a casa y llamamos a alguien del trabajo como si no pudiese esperar al día siguiente o a otro momento. Tratemos de no mezclar tiempos. Respetemos el tiempo para comer y, por supuesto, el de sueño, establezcamos un tiempo “libre de trabajo” en el que de ninguna manera dejemos que irrumpa la profesión y no rompamos la regla a no ser que se trate de una urgencia, nos servirá para desconectar, seamos coherentes con nuestras prioridades.

    Paso 5: Haz cosas que te guste hacer sólo por el placer de hacerlas

Reserva un espacio de tiempo a la semana para hacer cosas que te transmitan el placer de vivir : baila, pinta, juega al padel, trabaja en el jardín, lee una buena novela, queda para un paseo con esa amiga a la que siempre echas de menos…