¿Sabéis amigas?, en mis  años de experiencia orientando a mujeres para resolver sus  conflictos del día a día, si tuviera que elegir la palabra que más se repite en mi despacho sería AUTOESTIMA, es decir el concepto referido a la valoración que cada una hacemos de nosotras mismas, y cómo podéis imaginar, lo que más abunda es la poca o nula estima de nuestra persona.

Existe abundante literatura  dirigida a  mejorar la autoestima: teorías, técnicas, ejercicios, prácticas…, y a mí, que he tenido tiempo de reflexionar sobre la cuestión y utilizar todos los métodos habidos y por haber, se me viene a la cabeza una frase muy utilizada por profesionales del marketing y las ventas: “Lo que no se nombra no existe” .

Efectivamente, el lenguaje dibuja nuestro espectro de pensamiento, lo extiende y lo acota, lo dibuja, lo da forma. La relación lenguaje-pensamiento es bidireccional: aquello que está en nuestra mente toma forma cuando lo expresamos a través del lenguaje, podríamos decir que  el segundo es el vehículo del primero. Pero de igual forma el lenguaje (lo que decimos y como lo decimos) diseña nuestros  patrones de pensamiento.

Después de esta reflexión, ¿a alguien le extraña que las mujeres,  tradicionalmente innombradas, tengan la sensación de que no existen? , si no son visibilizadas por la sociedad  ni por ellas mismas ¿cómo se van a apreciar? Para saber si algo me gusta, tendré que conocerlo: sus características, sus ventajas, su potencial…, etc.

El lenguaje que se utiliza mayoritariamente en nuestra sociedad, sigue siendo un lenguaje no inclusivo, que deja fuera a las mujeres, fuera de la realidad, de la historia, de los acontecimientos, de las luchas, de los logros…

Ni que decir tiene que si hojeamos un libro de historia será difícil localizar mujeres pintoras, científicas, escritoras, luchadoras, inventoras, etc, y no es porque no hayan existido, que “haberlas , haylas”.

De igual forma que aún hoy no nos sorprendemos cuando nos llega una invitación de boda a nombre de  “Fulanito y esposa”, el fulanito, por supuesto, nombrado con el de pila y los  apellidos, y… la  esposa? Ni se la ha visto ni se la conoce.

Y no quiero dejar de referirme a ese “masculino genérico” que de genérico sólo tiene la mitad (la masculina), porque a la otra mitad la relega al ostracismo más absoluto. Esta forma de lenguaje no hace otra cosa que invisivilizar, provocar ambigüedad, y privarnos de  referentes femeninos

Me encanta recordar la anécdota de una amiga docente que me decía que se volvía loca cuando ordenaba a su alumnado de tres años salir al recreo, al grito de: ¡niños, ya podéis salir!, las niñas se quedaban quietecitas en la silla esperando que llegara su turno.

Es una pena que al crecer y socializarnos vayamos interiorizando  esas normas gramaticales que nos ocultan, nos desvalorizan y no reflejan nuestra realidad.

Yo os planteo como estratégia  vital , por lo que tiene de justo y merecido , que nos propongamos a partir de ahora NOMBRAR  a las mujeres, para que“ sí existan”, y poner un empeño especial en  nombrarlas de forma correcta:

  • Intentando hablar en femenino, cuando hablamos de mujeres, y de hombres y mujeres cuando se incluye a ambos sexos.
  • No ejerciendo un tratamiento asimétrico al nombrar a hombres y mujeres (Rajoy y “la Cospedal”).
  • Romper con el orden jerárquico establecido como norma. ( Sr/sra, nombre de padre y madre)
  • Divulgando, siempre que sea posible, los logros alcanzados por mujeres, ya sea en actividades políticas, en el ámbito laboral, en la investigación o la ciencia, en las artes, y en cualquier otro terreno.
  • Evitando presentar  a las mujeres de forma estereotipada, ni somos el sexo débil, ni somos el florero de nadie.
  • Cuidándonos mucho de reír chistes y refranes que humillan y denigran a las mujeres.
  • Evitar, en todo caso, repetir los defectos, los fallos, las limitaciones y las actuaciones equivocadas que hayamos visto en alguna mujer, o de la que nos hayan hablado, sólo sirve para alimentar falsos prejuicios
  • Y, por supuesto, contando y valorando las cualidades observadas en cualquier mujer en el terreno de las relaciones personales, como son la bondad, la amabilidad, la simpatía, la generosidad y el buen sentido… 

¿A que merece la pena intentarlo?